lunes, 1 de diciembre de 2008

Crisis...Caos...Revolucion...

Estaba la cosa que ardía. La gente no cabía en sí misma, así que quien más y quien menos hacía explosión, dejando todo perdido de pedazos de su cuerpo. Se avecinaba la gran hecatombe. Las madres llamaban a sus hijos desde la ventana con una urgencia desconocida. La calle quedó desierta, ni siquiera las ambulancias acudían en respuesta a las llamadas más acuciantes, así que aquel día muchas personas no pudieron sacar el desatascador que se habían introducido en el ano.

Los semáforos se empeñaban en regular el tráfico, pero no circulaba vehículo alguno. Las plazas de garaje estaban petadas hasta las trancas, y los conductores se escondían en el lugar más recóndito que encontraban bajo las sábanas, sollozando y rezando a san iracundito, patrono de la desesperación absoluta. Tanto temblaban, que los sismógrafos detectaron aquel día un leve terremoto.

Los chuchos, los gorriones, las palomas, los gatos, los patos mutantes del Canal, el alcalde... todos se escondieron en sus casetas y nidos, o bien excavaron un profundo agujero bajo tierra donde mejor les pareció.
Los ricos se metieron en sus refugios nucleares. Los desheredados se dedicaron al pillaje con afán, pero la ola de terror les fue atrapando también y finalmente soltaron los electrodomésticos y los chuletones que acababan de adquirir gratis en el hiper y corrieron a sus chabolas, donde se encerraron dando seis vueltas a la cerradura de la puerta blindada.

El defensor del pueblo dimitió. Los superhéroes se cortaron la coleta y se acogieron todos a su otra personalidad normal. Nunca más se supo de ellos. El presidente del gobierno, en su despacho, abrió un libro sobre el cultivo de zanahorias y comenzó a leerlo muuuy despacito mientras saboreaba un habano. Los asesores de la Casa Real emprendieron la compulsiva redacción de hasta tres o cuatro discursos triunfales distintos, adaptado cada uno de ellos a uno de los posibles desenlaces.

Los amantes se pusieron las botas, olvidándose por completo de tomar precauciones. Todos los ejemplares del Kamasutra habían abandonado las estanterías y yacían abiertos por alguna página. En millones de hogares hubo gente que se inició en la sodomía, la zoofilia o la coprofagia. Curiosamente, no hubo nadie que no lamentara haber esperado tanto para descubrirlo, ahora que ya era demasiado tarde...

Los banqueros se pegaron todos un tiro en la sien(por fin!!). Los presidentes de los clubs de fútbol se repartían, enloquecidos, absurdos fichajes a bajo precio. Todos los jugadores de la liga nacional y de la liga de Champiñones cambiaron de equipo en tan sólo unas horas, como si de cromos se tratase. Los apoderados y representantes de artistas y toreros deambulaban furiosamente por sus oficinas revolviéndolo todo, pero en medio de su desorden no lograban encontrar aquel tratado que compraron un día sobre el cultivo de zanahorias.

La centralita del Papa de Roma se colapsó a causa de las llamadas de curas, obispos y cardenales. Todos sin excepción habían perdido la vocación y lo comunicaban a sus inmediatos superiores, mientras descubrían las delicias de la auto-sodomización con el palo de la escoba. Muchos lamentaron también no haber sido antes tan sinceros consigo mismos.

Pero al final no pasó nada. El concierto de Enrique Iglesias fue suspendido por causas ajenas a la organización y todo volvió a la normalidad: los banqueros resucitaron, el presidente se despertó con la cabeza metida en el libro... en fin, un mal rato...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Tendrías que escribir cuentos infantiles primo. O escribirle las canciones a ese bastardo hitleriano de Víctor Manuel. Un tecno remix de mierda estaría bien.

Anónimo dijo...

No se quién eres. Ni siquiera se quién soy. Pero si se que me gusta su estilo de barrio-ficción, y si Angel supiese leer, dejaría de servir escabeche y te daría un abrazo, dejándose llevar por la emoción. Te animo a que sigas con tus mierdas, que yo seguiré con las mías.

Anónimo dijo...

Bravo maldito. Disfruté mucho. Nick Mason estaría orgulloso de escuchar la versión loquendo de esta hermosa fábula mientras conduce uno de sus coches de carreras pagado con el sudor de los obreros de la madre Rusia.